por David Villafranca
A Joaquin Phoenix se le ha puesto cara de Óscar, pero trata de disimular. Su impresionante rol en “Joker” domina las quinielas de los premios, pero él insiste ante los medios en hablar solo de la cinta: una mirada absorbente, provocadora y desbordante a los inicios del enemigo de Batman.
“Acusar a una película de glorificar la violencia es absurdo”, asegura a EFE ante el estreno este viernes de un filme que bebe del cine de Martin Scorsese (“Taxi Driver”, “El rey de la comedia”) y que ha dirigido Todd Phillips (“¿Qué pasó ayer?”) con Robert De Niro redondeado el reparto.
Algo intimidante de primeras, aunque luego se relaja, Phoenix (San Juan de Puerto Rico, 1974) se muestra como un actor astuto y, sobre todo, que va a su aire: sin representantes ni publicistas a su lado, enciende un cigarro en un hotel de Beverly Hills para hablar de la perversa mutación de Arthur en el Joker y de las críticas que ha recibido la película por presuntamente alentar la violencia.
– Teniendo en cuenta que es una cinta de un gran estudio, para el público de masas y con un trasfondo de superhéroes ¿Lo sorprendió que ganara el León de Oro en el Festival de Venecia?
– Siempre es una sorpresa. En cierto modo, Todd y yo solo esperábamos no haber hecho la película que terminara con nuestras carreras (sonríe). Ese era un poco nuestro objetivo: “¿Podemos hacer algo que no vaya a ser espantoso?”.
– Siempre tiene palabras bonitas para Todd Phillips y, pese a que era conocido por el cine de comedia, dijo que era el único director que podía haber hecho “Joker” ¿Por qué?
– Es muy sensible y compasivo pero también tiene un sentido del humor retorcido e irreverente. Creo que eso captura perfectamente a Arthur y al Joker.
– Interpreta a un villano pero aquí no tenemos enfrente al héroe, Batman ¿Cómo fue el desafío de crear al Joker sin su enemigo?
– Su némesis es cómo percibe el mundo: su némesis es todo el mundo, lo cual es una manera diferente de acercarse a estas cosas para un villano (…) Siente, ya sea objetivamente cierto o no, que es él contra el mundo: se siente una víctima del mundo.
– También se siente muy solo. Y a usted le hemos visto en el pasado interpretar a otros personajes solitarios (“Her”, “The Master”). ¿Qué encuentra de sugerente en explorar la soledad?
– No lo sé, supongo que es un sentimiento muy identificable que todos hemos sentido. Somos animales de rebaño: queremos sentirnos conectados a un grupo más grande.
– En esta película llegamos a entender algunas de las razones por las que Arthur se transforma en el Joker. Si sentimos empatía por una persona malvada, ¿eso nos convierte en mala gente?
– ¿Lo hace? No me parece lógico. De lo que realmente hablamos aquí es del trauma infantil. Si no tenemos empatía por el trauma infantil y los efectos del trastorno por estrés postraumático, no sé qué dice eso de nosotros. Diría lo contrario: si no tienes empatía por alguien que ha experimentado un trauma infantil eso sería un tipo de maldad.
– Pero, ¿dónde está el límite entre empatía y exaltación? ¿Podemos pensar que el Joker no era el malo sino el héroe?
– No, definitivamente no es el héroe. Se comporta de una manera repugnante, pero no podemos apartarnos de intentar entenderlo. Si miramos la violencia con la perspectiva del trauma infantil, entonces veremos que esas personas se comportan reaccionando a las condiciones en que vivieron, su entorno…
Es como un iceberg: si solo miramos lo que sobresale, entonces fallamos a la hora de asistir y dar recursos a los problemas subyacentes. Sabemos que la violencia puede ser aprendida y desaprendida.
Es absolutamente necesario que tengamos empatía, pero eso no significa que disculpemos o justifiquemos el comportamiento violento. Está claro que sabes la diferencia entre el bien y el mal salvo que seas un niño o estés loco.
– Sin embargo, hay gente que critica esta cinta argumentando que, en este momento específico de Estados Unidos, podría ser peligroso o problemático glorificar de alguna manera al Joker.
– No veo la glorificación. De nuevo, para mí el punto de partida siempre ha sido el trauma infantil. Y no sé cómo puedes glorificar eso. Hay cosas que necesitamos hablar, explorar, de las que no deberíamos huir… Acusar una película de glorificar la violencia es absurdo. Y no creo que sea responsabilidad de un cineasta enseñar moralidad al público: usa tu jodida cabeza.
La gente de la que habla, la gente que tiene miedo al efecto o la influencia es…
– ¿Simplista, quizá?
– Creo totalmente que es una manera simplista de mirarlo: es más complejo. Es como culpar a Black Sabbath de que los niños se suicidaran. Cuando era pequeño, a Metallica y Megadeth se los culpaba de los suicidios infantiles. Obviamente, eso es ridículo, ¿no?
El hecho de que podamos tener curiosidad por las causas es importante porque necesitamos hablar de eso. Pero creo que es un enfoque simplista, una respuesta fácil, y esta película no da respuestas fáciles porque no hay respuestas fáciles en esta jodida vida.
EFE